Ayer el viento soplaba fuerte en aquella ciudad, parecía
enfadado con nosotros, como si quisiera hacernos daño. Nos resguardábamos de él
entre bufandas y abrigos fuertes, agachando la cabeza con un gesto de
protección, a la vez que un niño cerraba los ojos, alzaba la cabeza hacia el cielo y respiraba
profundo, llenando los pulmones del
mismo viento que a él parecía hacerle una caricia. Nos hemos vuelto antinaturales,
hemos perdido la razón, y nuestra locura no tiene ningún sentido heroico ni
romántico. Nacemos con una predisposición innata a fluir, a ser parte del
viento, a entender lo que nos rodea, a ser lo que somos sin más; nos han
educado y nos han cambiado; nos han manipulado y nos hemos vuelto distintos;
feos, ciegos, cobardes y necios. Cerramos los ojos cuando el sol nos deslumbra
en lugar de ver la luz, de dejarnos iluminar. Ya no pretendemos ser lo que
soñábamos de pequeños, lo que aún de vez en cuando nos ronda la cabeza. No
queremos saber quiénes somos ni reconocernos en serio porque nos tenemos miedo; sin embargo;
buscamos a alguien que nos haga de espejo, sin entender que el otro solo puede
mirar en nuestra misma dirección (o en dirección contraria). Nos estamos
volviendo locos a una velocidad que no
controlamos; y no somos capaces de ver que vamos a estrellarnos.
La gente ha dejado de escuchar, ya nadie se para a preguntar
cómo estás, si saliste de aquel tropiezo que te mantuvo tanto tiempo en el
suelo, desnuda e indefensa, a nadie le interesa. Y si decides ser tu misma, ser
independiente, no seguir el juego a nadie y pensar por tu propia cuenta… Ten cuidado… Cuídate de las buenas opiniones
de la gente.
Yo agarro mi lado del puente, ya no me importa lo que la
mayoría piensa. La mayoría nunca tuvo la razón: Este mundo y este país lo
demuestran; y no entiendo cómo pueden estar tan sordos, tan ciegos, tan
muertos. La vida era otra cosa, ¿Recuerdas? era buscar entre aquello que tenía su propia luz, no dejar de tener nunca relámpagos en los ojos, era tener soles en los dedos aunque quisieran apagar
la luz… La vida era crecer sin
traicionarnos, caminar a pesar del miedo, atreverse a pesar de lo desconocido,
construir puentes sin saber si habría alguien al otro lado para sujetarlo, saltar a pesar del
precipicio, pensar a pesar de nuestros padres, de nuestros amigos, de nuestros
maestros, de nuestros jefes, de nuestra sociedad…, pensar por nosotros mismos
por encima y a pesar de todo(s). La vida se construía de adentro hacia fuera, y
nunca al revés; era sencilla como dice la navaja de Ockham y se nos complica
porque nos empeñamos en disfrazarla, y todo lo que disfrazamos se convierte en
mentira.
Estamos tan ciegos que a nuestro alrededor hay lagunas de
sangre, y salimos a la calle vestidos de domingo, con la única intención de no mancharnos el
traje.