¿Qué puedo hacer cuando me enfado conmigo misma por imbécil y por
insensata? ¿Qué puedo hacer cuando me dan ganas de romper con todo y salir
corriendo? Lejos, muy lejos, donde nadie pueda alcanzarme, donde lunas nuevas
me esperen para dormir conmigo. Lejos, muy lejos, donde nadie pueda echarme en
cara lo que no le di, lo que no supe darle o lo que simplemente, no quise. Para
que nadie me ponga metas donde no voy a llegar jamás, ni me juzguen a cada
paso, por mis logros, por mis
fracasos... No; no me definen mis fracasos, tampoco dicen mucho de mí mis
logros, soy lo que hago pero sobre todo, soy lo que quiero ser, aunque nunca
haya llegado a serlo, pero lo he tocado con la punta de los dedos, y solo es un
espejismo, como mis ojos cuando me miran fijos en el espejo... Hace tiempo que
no los reconozco, la presión diaria ha ido pisando los resquicios de claridad
que había en ellos, ¿Quién es esa que me mira en el espejo?, ¿de quién es esa
mirada cansada que me mira sin miedo? No, no tiene miedo… ya no. Me mira sin
miedo, pero aburrida, vacía de miedo, vacía de esperanza, vacía... No, no soy
yo, esa no soy yo, yo siempre quise ser actriz secundaria, nunca soporté el
protagonismo efímero, nunca me
interesaron las voces que están encima, las tantas veces visibles y a la vez
tan mediocres, las que gritan porque no saben hablar, y no dejan que se
escuchen las que tienen algo que decir, las que de verdad importan, las que
tanto incomodan a algunos, las que no les conviene a otros... No, yo no soy
protagonista, desengáñate, no quiero serlo, ese no es mi papel, me falta el
aire entre esta espesa arboleda, que atrapa el oxigeno y no me cede el paso, yo
nunca quise estar aquí, pero cedí mi tiempo y ahora, este papel impuesto ha
acabado por perderme. Si, resulta raro, me perdí a mi misma, no reconozco ni mi
sombra en esos ojos que me desafían en el espejo. No, esa no soy yo, yo ya no estoy aquí, me fui hace tiempo.
No, esa no soy yo.
Ni siquiera se parece a mí.